Si no fuera por las presiones de los poderes económicos, la ecuación energética tendría una solución fácil. Cada vez quedan menos combustibles fósiles y cada vez hay un mayor consumo energético en el planeta. Luego -incluso para un niño de primaria- la respuesta es sencilla: o dejamos de consumir o dejamos de quemar combustible y lo sustituimos por otras fuentes. Lo primero es imposible si queremos mantener y aumentar nuestro nivel tecnológico (aunque un consumo más eficiente y razonable por parte de todos es un paso esencial), lo segundo no sólo es evidente, sino que además es necesario si nos preocupamos por la continuidad de nuestra especie.
Salvo para los negacionistas del cambio climático, que no son más que codiciosos defensores de sus beneficios, el problema energético es uno de los más importantes que deben resolverse en un futuro muy cercano. Una gran encuesta realizada por World Wide Views en 2015 con motivo de la Cumbre de las Naciones Unidas sobre Cambio Climático celebrada en noviembre de ese año en París, mostraba que un 89% de los participantes pensaban que sus países deberían tomar medidas para frenar el calentamiento global, y un 62% creía además que deberían detenerse las búsquedas de nuevos combustibles fósiles. Si hay un amplio consenso social y la tecnología permite, de hecho, iniciar este gran cambio de paradigma, sólo cabe preguntarse porqué no se está realizando ya. Responder a la cuestión llevaría a plantear análisis políticos más que estrictamente científicos o económicos, y a defender la moralidad de lo que se debe hacer frente a lo que (dicen) se puede hacer.
Así las cosas, quienes se dedican a la investigación y comercialización de energías limpias, se enfrentan a la constante evaluación de los mercados. Deben demostrar que son capaces de hacer lo mismo (o más) que lo conseguido con combustibles fósiles y a un precio más económico, como si la necesidad de preservar nuestro planeta no fuera por sí sola una poderosa razón. Afortunadamente los científicos -y los ambientalistas- son tozudos y su carrera contrarreloj les está llevando a optimizar sus propuestas a pasos agigantados. José Donoso, director general de la Unión Española Fotovoltaica, impulsa desde su cargo el reconocimiento que merece la energía solar y argumenta su defensa con la versatilidad y eficacia que demuestran los nuevos avances en este terreno: “en menos de cinco años los costes cayeron en más de un 85%, pasando de ser una de las tecnologías más caras a ser probablemente, en los países con buen recurso solar, la tecnología más barata”. Precios que se reducirán aun más gracias a los nuevos materiales como la perovskita que, según publicaba el MIT Technology Review, conseguirá producir energía solar prácticamente a coste cero.
España es el país con más horas de sol de Europa (unas 1880 al año), pero la energía solar fotovoltaica supone un escaso 5% de la producción total de energía, muy por debajo incluso de otras renovables como la eólica. Donoso cree que una de las grandes ventajas de la energía solar es que se trata de una tecnología que no está concentrada y es relativamente simple, por lo que cualquiera puede tener acceso a ella. Y esto le hace ser optimista: “En pocos años vamos a ver una transformación en nuestras ciudades. La forma de consumir y producir energía va a ser completamente diferente. El ciudadano, la empresa y el consumidor van a estar en el centro de la decisión de la política energética”.
Fuente: http://one.lavanguardia.com/nuevos-materiales-para-convertir-al-sol-en-la-energia-del-futuro/